lunes, 9 de abril de 2012

El lector.


La escritura está a menudo formulada como complemento al juego de la reflexión, especialmente la poesía, que con el uso de imágenes, metáforas, y todo tipo de herramientas que conforman el arte del poeta, descubre a través del lenguaje lírico, de la subjetividad, los efectos de las emociones en el marco de lo que se escribe. Salen a flote sentimientos, que motivados por el deseo y la tendencia de transcribir las ideas, dan origen a una forma, digamos más libre de expresión. Libertad de expresar sentimientos, aunque paradójicamente esté sujeta a reglas de lenguaje, de sintaxis gramatical, de género literario, y también al estilo; y es aquí donde toma sentido la exigencia, aquello que nos mueve a mejorar lo escrito y que a veces nos lleva a cuestionarnos con respecto al resultado.
El escritor, además de su propio lector, es también lector; debe, por ende, ser su propio crítico llamado a formar parte del constante aprendizaje que nace de ambas actividades.
Una articulación entre el lector y el texto, que hoy día se facilita en una mayor proporción debido a la propagación y difusión de este tipo de trabajo y de todo arte en general, por la utilización de un medio veloz y de gran alcance, como lo es la Internet.
Si bien sabemos que la escritura es un acto de comunicación; la lectura, es complemento indispensable para esta comunicación. El lector es parte activa y vital que corona o aplasta lo escrito, que añade su propio punto y sabor. Y la escritura, que no es otra cosa que una invitación a la lectura, tal vez provocación a la misma, logra desentrañar, muchas veces con estricta limpieza, los pensamientos y los debates internos de quien escribe, y despertar otro tanto en quien los lee.
Todo acto de comunicación está matizado emocionalmente y pasa, de forma inevitable, por el filtro de subjetividad, tanto de quien emite el mensaje como de quien lo recibe. En la interrelación escritor-lector, la particularidad de la función comunicativa o el modo en que el receptor debe tomar el texto, no es exclusiva del texto literario.E
Tanto quien escribe como quien lee, aportan su ración al producto, por lo que el fruto del acto de escribir, en un plano subjetivo de comunicación tiene de uno y de otro; recoge, en las más íntimas vivencias, un resultado de esta comunicación, que a su vez origina un nuevo producto que pasa directamente a influir en el lector de manera que lo articula con episodios creados expresamente para ello. Esta comunicación subjetiva, ánima elemental que interrelaciona al lector con el texto, y a su vez con quien lo escribe, no es otra cosa que la fusión de dos actos y el acto de leer, pasa a formar parte del acto de escribir desde el punto en que es concebida la escritura, una vez que incluye al lector en el proyecto del escritor.

http://www.mundoculturalhispano.com/spip.php?article3487


1 comentario: